En España también se puede hacer buen cine. Pero para hacerlo no sólo hay que querer, hay que saber. Ese es el problema.
La calidad de nuestro cine es un lastre que, de no estar subvencionado, habría hecho que la industria cinematográfica se hubiera ido a pique hace ya un par de décadas.
Resulta paradójico que haya que financiar una industria privada haciéndonos arrimar el hombro a todos, vía impuestos, vía subvenciones y vía sangrar a otras industrias, como la televisiva, para mantener a flote un Titanic incapaz de mantenerse a flote. Comprendería tener que pagar el cine entre todos si, en caso de ser un éxito de taquilla, los ingresos que generaran se repartieran entre todos, pero ahí no: los gastos son públicos (no niego que alguno se rasque el bolsillo, pero entre lo que reciben de subvenciones y lo que sablean a las teles...) y los beneficios privados.
El cine, como en cualquier otra industria, debería subsistir por meritocracia y así evitaríamos tirar tiempo y dinero. Si haces buen cine la gente irá a ver tus películas y la recaudación te facilitará poder reinvertir lo ganado para volver a hacer buen cine, o mejor, porque con la experiencia habrás aprendido. Si haces mal cine... dedícate a otra cosa.
Pues bien, hechas las presentaciones, entro en materia.
El cine español da señales de que se está reinventando. Pero le cuesta. Son muchas décadas viviendo de Franco (que va mereciendo un Goya póstumo) como para dejar de hacer cine baratillo y comedias que dan pena.
Pero lo vemos. Poco a poco. Uno de los primeros síntomas fue ver las aventuras de El capitán Alatriste en la película Alatriste. Una buena muestra de la xenofobia del cine español (orientada siempre a los actores que provienen del cine anglosajón, fundamentalmente de Hollywood), condenando a Viggo Mortensen por el mero hecho de ser extranjero y saber actuar.
Una película que, si bien cojeaba en su guión, rebosaba cine, literatura y pintura por los cuatro costados.
El cine español no lo supo, o no lo quiso, premiar como es debido pero yo sonrío cada vez que miro el TOP10 histórico en el fancine y la veo colocada entre las primeras. Por lo menos mis lectores saben apreciarla.
Después llegó Gernika.
Esta película me hizo comerme mis prejuicios. No apostaba nada por ella y me llenó de satisfacción verla. Su director Koldo Serra ha demostrado ser un valiente y su guionista Carlos Clavijo ha demostrado que lo más importante es saber escribir. La suma de los dos ha dado como resultado una película valiente y bien escrita. Si a eso le sumamos su bella factura y mejor fotografía, se puede decir que es una película española que ha valido su precio en la taquilla. Sales del cine con la satisfacción de haber entrado para ver cine y haber salido habiendo visto cine, que no es poco. Esta experiencia se convierte en una buena inversión pues sacas partido de cada céntimo utilizado para pagarte una entrada.
Ni que decir que, al igual que Alatriste, esta película no ha existido, no existe ni existirá jamás. Su manera de tratar a la República y su denuncia de la censura vigente en la época ha hecho, no "que pase desapercibida": que quede arrinconada y escondida.
Más reciente todavía es Zona hostil, de Adolfo Martínez. Una apuesta por una superproducción bélica con sello español. Por fin. No imagináis el gusto que supone entrar en el cine creyendo que vas a ver algo bueno y salir de él sabiendo que ha sido mucho mejor de lo que esperabas (algo parecido al regustillo dulce que me dejó Gernika en la boca).
Tres ejemplos: Alatriste, Gernika y Zona hostil que llenaron (en pasado, por Alatriste) y han llenado (por las otras dos) las salas de cine españolas con un montón de espectadores que, hasta su llegada, nos (me incluyo) sentíamos huérfanos cinematográficamente en España.
Vaya por delante que en España sí se ha hecho gran cine, los Garci, Berlanga y compañía, cuando había directores y guionistas que sabían escribir y trasladar el verbo a la carne en el celuloide, pero si te gusta el cine no puedes tirar siempre de archivo y gusta (ahora que lo estamos viviendo) ver nuevos formatos, nuevos temas (o nuevos enfoques a los mismos) y darnos la satisfacción de no tener que pedir una y otra vez asilo en el cine americano.
Me habría encantado incluir en este artículo 1898. Los últimos de Filipinas, pero su guión infumable y el cura yonqui me han quitado las ganas. Todo por detalles que, lejos de ser "una reinterpretación de los hechos" han sido una reinvención histórica y la pérdida de una oportunidad para contar una buena historia bebiendo de la Historia. No niego que en algunos aspecto es fabulosa. Entra por los ojos, tanto que termina defraudando cuando rascas un poco en la superficie y profundizas. Si encima te has leído el libro Los últimos de Filipinas de Miguel Leiva Ramírez y Miguel Ángel López de Asunción primero y después has visto la peli, te das cuenta del batiburrillo de cosas que han hecho al carecer de un buen guión. Prefiero pensar que el resultado ha sido tan malo por no haber acertado en la elección del guionista que pensar que el mensaje que trasladan a los espectadores es intencionado. Cosas de nuestra industria, precisamente estos detalles la hicieron recibir 9 nominaciones en los Goya y ganó 1. Todo cuadra.
La calidad de nuestro cine es un lastre que, de no estar subvencionado, habría hecho que la industria cinematográfica se hubiera ido a pique hace ya un par de décadas.
Resulta paradójico que haya que financiar una industria privada haciéndonos arrimar el hombro a todos, vía impuestos, vía subvenciones y vía sangrar a otras industrias, como la televisiva, para mantener a flote un Titanic incapaz de mantenerse a flote. Comprendería tener que pagar el cine entre todos si, en caso de ser un éxito de taquilla, los ingresos que generaran se repartieran entre todos, pero ahí no: los gastos son públicos (no niego que alguno se rasque el bolsillo, pero entre lo que reciben de subvenciones y lo que sablean a las teles...) y los beneficios privados.
El cine, como en cualquier otra industria, debería subsistir por meritocracia y así evitaríamos tirar tiempo y dinero. Si haces buen cine la gente irá a ver tus películas y la recaudación te facilitará poder reinvertir lo ganado para volver a hacer buen cine, o mejor, porque con la experiencia habrás aprendido. Si haces mal cine... dedícate a otra cosa.
Pues bien, hechas las presentaciones, entro en materia.
El cine español da señales de que se está reinventando. Pero le cuesta. Son muchas décadas viviendo de Franco (que va mereciendo un Goya póstumo) como para dejar de hacer cine baratillo y comedias que dan pena.
Alatriste
Pero lo vemos. Poco a poco. Uno de los primeros síntomas fue ver las aventuras de El capitán Alatriste en la película Alatriste. Una buena muestra de la xenofobia del cine español (orientada siempre a los actores que provienen del cine anglosajón, fundamentalmente de Hollywood), condenando a Viggo Mortensen por el mero hecho de ser extranjero y saber actuar.
Una película que, si bien cojeaba en su guión, rebosaba cine, literatura y pintura por los cuatro costados.
El cine español no lo supo, o no lo quiso, premiar como es debido pero yo sonrío cada vez que miro el TOP10 histórico en el fancine y la veo colocada entre las primeras. Por lo menos mis lectores saben apreciarla.
Gernika
Después llegó Gernika.
Esta película me hizo comerme mis prejuicios. No apostaba nada por ella y me llenó de satisfacción verla. Su director Koldo Serra ha demostrado ser un valiente y su guionista Carlos Clavijo ha demostrado que lo más importante es saber escribir. La suma de los dos ha dado como resultado una película valiente y bien escrita. Si a eso le sumamos su bella factura y mejor fotografía, se puede decir que es una película española que ha valido su precio en la taquilla. Sales del cine con la satisfacción de haber entrado para ver cine y haber salido habiendo visto cine, que no es poco. Esta experiencia se convierte en una buena inversión pues sacas partido de cada céntimo utilizado para pagarte una entrada.
Ni que decir que, al igual que Alatriste, esta película no ha existido, no existe ni existirá jamás. Su manera de tratar a la República y su denuncia de la censura vigente en la época ha hecho, no "que pase desapercibida": que quede arrinconada y escondida.
Zona hostil
Más reciente todavía es Zona hostil, de Adolfo Martínez. Una apuesta por una superproducción bélica con sello español. Por fin. No imagináis el gusto que supone entrar en el cine creyendo que vas a ver algo bueno y salir de él sabiendo que ha sido mucho mejor de lo que esperabas (algo parecido al regustillo dulce que me dejó Gernika en la boca).
Tres ejemplos: Alatriste, Gernika y Zona hostil que llenaron (en pasado, por Alatriste) y han llenado (por las otras dos) las salas de cine españolas con un montón de espectadores que, hasta su llegada, nos (me incluyo) sentíamos huérfanos cinematográficamente en España.
Vaya por delante que en España sí se ha hecho gran cine, los Garci, Berlanga y compañía, cuando había directores y guionistas que sabían escribir y trasladar el verbo a la carne en el celuloide, pero si te gusta el cine no puedes tirar siempre de archivo y gusta (ahora que lo estamos viviendo) ver nuevos formatos, nuevos temas (o nuevos enfoques a los mismos) y darnos la satisfacción de no tener que pedir una y otra vez asilo en el cine americano.
Me habría encantado incluir en este artículo 1898. Los últimos de Filipinas, pero su guión infumable y el cura yonqui me han quitado las ganas. Todo por detalles que, lejos de ser "una reinterpretación de los hechos" han sido una reinvención histórica y la pérdida de una oportunidad para contar una buena historia bebiendo de la Historia. No niego que en algunos aspecto es fabulosa. Entra por los ojos, tanto que termina defraudando cuando rascas un poco en la superficie y profundizas. Si encima te has leído el libro Los últimos de Filipinas de Miguel Leiva Ramírez y Miguel Ángel López de Asunción primero y después has visto la peli, te das cuenta del batiburrillo de cosas que han hecho al carecer de un buen guión. Prefiero pensar que el resultado ha sido tan malo por no haber acertado en la elección del guionista que pensar que el mensaje que trasladan a los espectadores es intencionado. Cosas de nuestra industria, precisamente estos detalles la hicieron recibir 9 nominaciones en los Goya y ganó 1. Todo cuadra.