lunes, 9 de octubre de 2017

Los últimos de Filipinas: Mito y realidad del sitio de Baler

Los últimos de Filipinas

Mito y realidad del sitio de Baler

Miguel Leiva y Miguel Ángel López de la Asunción


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Miguel Leiva y Miguel Ángel López de la Asunción
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Con mención a 1898: Los últimos de Filipinas, que pronto comentaré en el fancine

No sabría deciros cuánto tiempo me ha llevado decidirme a escribir esta entrada. Demasiado, eso seguro.

Una entrada deseada y esperada, por mi el primero, pero que se me ha resistido como gato panza arriba. Bueno... se me ha resistido como un español en Baler.


Dándolo todo, careciendo de todo, menos del sentido del deber y su orgullo


Aquí estoy, remangado, con los cascos puestos (escuchando a Mark Knopfler en la banda sonora de Altamira) y dispuesto a hacer justicia a unos españolitos, como tú y como yo, que supieron honrar a España en el quinto pino, olvidados, denostados, tomados por locos, injuriados, asediados, enfermos y hambrientos.

Unos españoles que pusieron, sin saberlo, el broche a un Imperio



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Con mención a 1898: Los últimos de Filipinas, que pronto comentaré en el fancine

Para mejor entender mi referencia al Imperio español me vais a permitir resumirlo (si es que soy capaz) y darme un paseo por cómo llegamos hasta este episodio épico de nuestra Historia. Para que tenga sentido.

Un Imperio que nació del esfuerzo de todos los pueblos cristianos de España. Un Imperio que se forjó con acero y sangre. Un Imperio que nació en Asturias, también sin saberlo: que unió y reunió a todos aquellos que luchaban por su Libertad, por su identidad y por su tierra. No faltaron guerras fratricidas (si no no os estaría hablando de la Historia de España: sirva como ejemplo echar un vistazo a Cataluña y la que han liado en los últimos meses los despojos que tenemos por políticos) entre cuyas figuras históricas y legendarias destacó nuestro Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Reinos hispanos que supieron lamerse sus heridas: castellanos, aragoneses, leoneses... aparcaron sus diferencias e hicieron causa común para defender su credo y su tierra. Rivales amigados. Castellanos, leoneses, gallegos, aragoneses e incluso portugueses apuntaron al sur con sus mandobles y extirparon el mal que asolaba la península al grito de "¡Cierraspaña!"


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Iglesia de Baler en la que nuestros héroes se hicieron fuertes y resistieron el asedio - Foto autorizada por los autores del libro
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Recuperada la península por los Reyes Católicos, España se les quedó pequeña, como españolitos (incipientes) que eran. Se unieron a Colón y no dudaron en cruzar el charco para poner la bandera blanca y verde de nuestros monarcas con su Y (de Ysabel) y la F (de Fernando): origen del yugo y las flechas que han lucido nuestros monarcas hasta Juan Carlos I, con Felipe VI se esfumaron.

El mismo "¡Cierraspaña!" que entonaron nuestros tercios, con el Gran Capitán en cabeza. CervantesAlatristes anónimos, hijosdalgo, soldados, nobles y plebeyos... todos a una durante siglos.

Qué contaros. España descubrió América y conquistaron Nueva España y buena parte de América con los Hernán Cortés, Pizarro y demás conquistadores. Con los años, fletamos naos (Victoria con Magallanes primero (el portugués que precisamente tomó Filipinas para España) y Juan Sebastián El cano después, amén de Trinidad, Santiago, San Antonio y Concepción), que dieron la vuelta al mundo, conquistaron medio y el otro medio los temió. Mejores barcos, mejores navegantes, mejor infantería del mundo (los Tercios Españoles)... lo teníamos todo. Con el paso de los años aparecerían los Bernardo de Gálvez, Blas de Lezo... y un sin fin de héroes olvidados y denostados que defendieron nuestra Cruz de Borgoña en el Imperio en el que nunca se ponía el sol: desde Argentina hasta Alaska (llegando a entrar en guerra con el Imperio Ruso); desde el Perú hasta Filipinas. Y a un tris estuvimos de colonizar decentemente "Austrialia", la posterior Australia.

El mismo "¡Cierraspaña!" con el que tendrían pesadillas los filipinos que asediaron a nuestros valientes... El "¡Cierraspaña!" santo y seña de los hijos de Santiago.

En Baler perdimos todo, menos la honra.

Se pueden perder imperios... pero solo lo pueden perder quienes lo han tenido. 

Y el español se perdió, a la española. Con chulería.

Damos un salto de quinientos años para no retrasar más mi entrada en materia con los de Baler. Desde que Colón plantó la cruz en América, y con ella la bandera cuartelada del castillo y del león. América, trampolín para llegar hasta Asia, y dentro de Asia, a Filipinas. 300 años en la especería de Ultramar, donde Cristo perdió los clavos.

Pero todo lo bueno tiene un final.

Nuestro Imperio iluminó durante siglos al resto del mundo. Y tanto ardió, que se consumió. Enquistado en peleas fratricidas, a cuchilladas con regiones traidoras (insisto: de total actualidad) y rodeados de hienas que esperaban que cayera el león para arrancarle la piel a tiras. El león cayó, pero antes de cerrar los ojos, dio un último zarpazo... en Baler.


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Con mención a 1898: Los últimos de Filipinas, que pronto comentaré en el fancine

Allí un puñado de soldados hizo que España fuera respetada, incluso cuando la arrancaban la piel a tiras. El Batallón Nº2 de Cazadores Expedicionarios izó la bandera de España en Baler e hizo valer el valor español haciéndose fuertes en una iglesia. Resulta alegórico que la última protección que recibiera nuestro Imperio fueran las cuatro paredes de una iglesia, cimiento de civilización y de moral implantada por los nuestros allá por donde pasaron (ya podéis leer "Hernán Cortés y La Historia verdadera de la Conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo", con la que prometo sorprender a más de uno).

Valientes españoles que, aislados del mundo entero, desconocieron la realidad agónica de la España de su tiempo y se enfrentaron a un episodio histórico que puso un broche de oro a un episodio triste. Una vez más, la dignidad de España, dirigida por ineptos fue rescatada por los españoles de a pie, con su sangre, valor, orgullo y sacrificio.

Cuando estos españoles se hicieron fuertes en la iglesia de Baler, España estaba a punto de perder Filipinas. Pero ellos lo desconocían. Por lo tanto, asediados como estaban, no les quedó otra que tirar de épica y fortificar la iglesia decididos a salvar la plaza o morir en el intento.

El único refuerzo con el que contarán, en toda su aventura, serán dos frailes españoles, misioneros en una provincia cercana. De entrada había un cura en el destacamento, el Padre Gómez-Carreño, que fallecería durante el sitio víctima del beriberi y de un catarro intestinal. Dicho refuerzo llegaría todavía en vida del padre, cuando los filipinos enviaron a los dos frailes que tenían "prisioneros" (hay que tener valor para tener prisionero a un fraile) para negociar la rendición de sus compatriotas y se unieron al destacamento. Ambos sobrevivieron al padre Carreño y seguirían en Baler (por la fuerza) al término del sitio.


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El beriberi es una enfermedad que afecta al sistema nervioso y cardiovascular, fundamentalmente por falta de Vitaminas. Esta enfermedad fue más tenaz y efectiva que las fuerzas filipinas. Se llevó a un buen puñado de soldados españoles, sobre todo conforme avanzaba el sitio y menguaban los alimentos. Otro factor fue la higiene. Ambos fueron "paliados" con ocurrencias de primera: procurar dicha higiene preparando una zona de letrina hacia el exterior; la preparación de un pozo para tener agua corriente y la incorporación de las vitaminas, con hojas, frutos, semillas y todo lo que pudieran recolectar en salidas furtivas y/o cosechar en un huerto improvisado.

51 soldados en 300 metros cuadrados, casi a oscuras con un calor constante y una humedad insoportable. Hubo que tomar medidas, a parte de las expuestas arriba, para alimentarse y cuidarse. Oxigenación reacondicionando la iglesia y procurar cierto ejercicio físico para no perder las condiciones físicas y mentales necesarias para resistir un sitio indefinido.

Un grupo heterogéneo que supo intercalar sus habilidades para, como bien dicen los autores de este libro, a quienes dedicaré un par de párrafos al final, exprimir cada cual sus habilidades para soportar el sitio y sacar el máximo rédito a las peores condiciones posibles: no solo fortificaron la iglesia, también hicieron un pozo, una huerta, construyeron letrinas, se hicieron su propia ropa y calzado y, para colmo, aprovecharon hasta el último cartucho sin desperdiciar ni malgastar nada. Una cáscara de naranja, una calabaza... hasta supieron usar las telarañas para curar las heridas propias del combate.

Pues combatieron. No solo contra los filipinos, también contra el hambre, la sed, la enfermedad y lo que es peor, contra traidores. Porque también los hubo: desertores. Pocos, pero los justos para dar a conocer a los filipinos las condiciones en las que sus compatriotas se encontraban y los detalles de inteligencia para conocer cómo estaban equipados y organizados en su resistencia. Pero quiso Dios que ni siquiera los traidores pudieron reducir a los españoles de verdad, de los que se persignan, miran al cielo, besan la bandera y gritan, todos a una, "¡Cierraspaña!"

Todos menos los desertores... cobardes traidores a la Nación que se ofrecieron como mediadores entre filipinos y españoles. Desertores. Despojos desalmados sin patria ni honra ni orgullo ni vergüenza. Desertores...

Cobardes porque viéndose rodeados, asediados y amenazados por el Katipunan desertaron y abandonaron a los suyos.


Martín Cerezo se negó a parlamentar con ellos y advirtió que como viera asomar la cabeza a un desertor traidor se la volarían de un disparo.


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El Katipunan fue el germen del Ejército Revolucionario Filipino. Fundado por el tagalo Andrés Bonifacio fue una Sociedad Secreta formada para boicotear y hostigar a los españoles antes de la insurrección. 

Nada se supo del sitio de Baler hasta seis meses después de comenzar, cuando un periódico de Manila, El soldado español publicó la noticia el 1 de diciembre de 1898. Noticia en la que hablaba del Capitán de Las morenas y su resistencia. Llegaron incluso a telegrafiar a Madrid e inyectaron algo de moral en la opinión pública española tras tantas malas noticias: un grupo de valientes irreductibles mantenían bien alto el pabellón español en aras del cumplimiento del deber, lejos, en Baler. Llegaron a pedir el envío de un buque de guerra para repatriarlos pero la inoperatividad del gobierno de Sagasta (un Rajoy de aquellos días) hizo que la iniciativa se frustrara.


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Los españoles también hicieron salidas. Por ejemplo la de Chamizo y Alcayde, con el doble objetivo de prender fuego a un bahay enemigo (una casa fortificada) y dar moral a la tropa, mermada por las bajas y por la enfermedad.

Incluso los americanos intentaron mediar para rescatar a los españoles. El USS Yorktown intentó repatriar a los nuestros, pero lejos de conseguirlo acabaron perdiendo algunos de los suyos a manos de los filipinos y un buen puñado de ellos quedaron apresados por las fuerzas revolucionarias. No lograron sacar a los españoles de la iglesia ni mucho menos llevarlos a Manila.

Por Baler desfilaron algunas autoridades españolas, del extinto imperio español, sobre todo algún que otro oficial residente en Manila. Martín Cerezo, temeroso de un engaño o de una traición no daba crédito a ninguno de ellos. Uno de los más destacados sería el Teniente Coronel Aguilar, con la misión de evacuar al regimiento tras la firma de paz entre Estados Unidos y España y cedida la soberanía a los americanos. 


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Nunca contemplaron la capitulación. Solo tenían una opción, resistir hasta el final, aunque pasados los trescientos días de asedio empezaron a concebir la idea de hacer otra salida, la definitiva, para huir hacia Manila. Una huida que provocará un quebradero de cabeza a Martín Cerezo. Tenían dos traidores entre los suyos, apresados desde hacía tiempo, a espera de un juicio. Los tenían retenidos por intento de fuga y traición. Pero el dilema se presentó llegado el momento para preparar la fuga hacia Manila: no podrían huir con los dos traidores. No podrían llevarlos consigo: si es encadenados porque entorpecerían la marcha, si iban libres porque podrían volver a traicionar a los suyos, y delatarlos, causando la perdición de todo el grupo. En este punto Martín Cerezo se la jugó ejecutándolos antes de la fuga.

En medio de los preparativos, a la espera de una bajada de guardia de los filipinos, Martín Cerezo releyó un periódico y cayó en la cuenta de una de las noticias de movimiento de personal en el que Francisco Díaz Navarro había sido destinado a Málaga. Esta lectura hizo que comprendiera que era cierto, que Filipinas ya no formaba parte de España. Díaz Navarro era su amigo y en su momento, el uno fue destinado a Cuba y el otro a Filipinas. Martín Cerezo sabía que tanto la novia como la familia de su amigo vivían en Málaga, ergo esta noticia no podrían habérsela inventado.

Cambia toda la película.

Toca hablar con los filipinos.

Al final se pudo negociar una salida honrosa y pactada con los oficiales filipinos. Éstos accedieron a aceptar las cláusulas españolas siempre y cuando no resultaran vergonzantes. Ambas partes llegaron a un acuerdo y firmaron. El único borrón fue que no dejaron partir a los frailes, a quienes mantuvieron retenidos. Formalmente "libres" pero sin poder ejercer su ministerio.

El viaje desde Baler hasta Manila es otra historia llena de infortunios y traiciones de los filipinos: palizas, trampas, hasta el robo de la bandera de España. Pero llegaron a Manila y desde Manila llegaron a España y fueron recibidos como lo que eran...


Los últimos héroes del Imperio más grande que jamás haya conocido el mundo


Una vez comentada esta maravillosa lectura no tardaré en comentar 1898: Los últimos de Filipinas. Película del presente 2017 que contó, o pudo contar, y dejó de contar con el asesoramiento de los dos escritores de este libro. Digo "contó" porque en los primeros estadios de su producción ambas partes contactaron y los historiadores se brindaron para ayudar a pulir y limpiar de incongruencias el guión original (en cuya primera escena aparecía un cocodrilo de mar con el brazo de un español entre los dientes, no os digo más...). A pesar de que todo fueron buenas palabras, al final el guionista cubano siguió haciendo de las suyas (ya os las contaré cuando haga de tripas corazón para ver de nuevo la peli, refrescarla y comentarla en el fancine) con el respaldo de su productora. Esto llevó a Miguel Leiva y a Miguel Ángel López de la Asunción a desmarcarse del proyecto y pedir que se eliminaran sus nombres de los títulos de crédito, cosa cumplida a medias por la productora porque desaparecieron de la versión de cine pero están en el DVD. Quizás para valerse de sus nombres y dar algún tipo de criterio, de rigor histórico a una película que podría resumirse en dos palabras: "Oportunidad perdida".


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Acabo de mencionar a los dos autores de este libro: Miguel Leiva y a Miguel Ángel López de la Asunción



Qué deciros de ellos.

Que no puedo comentar un texto, por largo o breve que sea, que haga justicia a 20 años de trabajo.

Porque ese es el tiempo que han dedicado a los héroes en Filipinas.

Una gesta en el tiempo (y en cierto modo, en el espacio) que arrancó Miguel Ángel, apasionado por la épica de los de Baler. Yendo y viniendo, buceando entre documentos: ayuntamientos, parroquias, museos, recuerdos personales de los descendientes de los héroes... 20 años investigando para volcarlos en este libro con la ayuda de Miguel Leiva, quien se sumó al proyecto hace casi una década.

Me consta que reunieron muchísimo más material pero decidieron abreviarlo para condensar la información de verdadero valor, sobre todo para los lectores profanos, para que pudieran recorrer este episodio de nuestra historia de cabo a rabo para ceder todo el protagonismo, cierto es, a los verdaderos protagonistas "los héroes de Baler". Pero no neguemos que sin el trabajo de dos amantes de la Historia, de dos españoles confesos, no habríamos podido salir del error y nos habríamos quedado con el mito sin conocer la verdadera historia de estos españolitos que se partieron el pecho por España.


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No pude asistir a la presentación del libro (por motivos de trabajo) pero mi amigo Chema se hizo con un ejemplar para mi y me lo regaló. Lo devoré y quiso la buena fortuna que, con el paso del tiempo, hablara con ellos y quedáramos para debatir, departir y disfrutar hablando de historia dos de mis amigos, David Feito y Chema, con ambos autores. En dicha cita, prevista para un rato y que se extendió casi cuatro horas, estamparon su libro con estos sellos que habéis ido viendo a lo largo de mi escrito. Estos tampones son reproducciones exactas de los sellos originales. Además son las que salen en la película de 1898.

Estoy seguro de que podría haber profundizado en los protagonistas de esta gesta. Que podría haber explicado a fondo quién fue Enrique de las Morenas, o haberos hablado de Juan Alonso Zayas, incluso del más famoso de todos, Saturnino Martín Cerezo (quien sí aparece un par de veces en este comentario), o el médico, o los frailes... pero no. Aquí hablo de mis impresiones al leer este magnífico libro. Hablo de algunos de los episodios, quizás los que a mi más me han impactado. Hablo y comento, porque si quisiera profundizar en demasía, al final, dada la documentación que contiene el libro, terminaría parafraseando y copiando párrafos enteros que no tienen desperdicio. Con esta entrada espero haber descubierto a alguno de vosotros este episodio de nuestra historia. Mucho más largo y profundo de lo que yo he escrito y descrito. Es más, espero, de corazón, haber despertado vuestra curiosidad y haber logrado que alguno de vosotros se decida a comprar este libro y descubra que solo he arañado la superficie de un diamante en bruto pulido por sus dos autores con pasión y rigor.


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No me queda más que despedirme, y lo haré haciendo mío el grito que tantas y tantas veces ha dado fuerza física y moral a nuestras tropas, sea dentro de España, sea en cualquier rincón de este maravilloso orbe que habló y sigue hablando español de norte a sur, de oeste a oeste incluido en Cataluña.


¡Cierraspaña!


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2 comentarios:

  1. Muy bello texto, especialmente brillante en las emociones aunque un poco falto de datos aunque supongo esta era la intención del autor.
    Saludos

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    Respuestas
    1. Buenas tardes, efectivamente. Datos no me faltaban, en el libro los han dosificado a fondo, sin aburrir pero informando al detalle. Mi intención (humilde) es animaros a leer el libro que tanto me ha impactado. En él quedarán satisfechas todas tus curiosidades. Gracias por tu comentario.

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