Por fin doy carpetazo a mi 42 cumpleaños.
Los que me conozcáis sabréis que empiezo a celebrarlo en Halloween y termino de hacerlo unos días antes de la comida de Navidad con los amigos... que suele ser en el fin de semana previo a la Constitución. De hecho ya he empezado a precelebrar la Navidad y estoy viendo Gremlins mientras escribo esto.
Puedo decir que soy el único ser (no Hobbit) que habrá festejado su cumpleaños durante más tiempo que lo que se ha tardado en despedir a Fidel Castro. Y es que este mes de noviembre no ha traído más que buenas noticias ;)
Así pues, el 14 de noviembre fue mi cumple, y lo celebré por todo lo alto.
De verdad... volando de vuelta de Londres, porque pasé un finde largo por tierras paganas, para cambiar de aires y disfrutar del fresquito (que justo esa misma semana había irrumpido en Madrid).
El caso es que el destino me tenía reservada una botella de The Balvenie 12 años Triple Cask (en el paraíso: World of Whiskies) para el viaje de vuelta a España. Predestinado para compartirlo con los amigos y celebrar y recelebrar todo lo que sea digno de ser celebrado y recelebrado, que estamos "pa' disfrutá" que diría aquel (o aquella).
Botella bajo el brazo volví a Madrid y me resistí a la inmensa tentación de abrirla para catarla... la superé llamando a mi amigo Chema para decirle que teníamos un nuevo brebaje para catar y destripar.
Ni cortos ni perezosos empezamos a maquinar cómo, cuándo y dónde...
Organizaremos una comida de cumpleaños y al terminarla probamos el The Balvenie.
Dicho y hecho.
Así se fraguó asar el jamón de jabalí que me había traído de Galicia (en concreto de Lugo, por obra y gracia del "primo Yago", cazador y pescador). Dicho sea de paso, ya tengo macerando un costillar entero de jabalí, cortado en piezas pequeñas para estofarlo mañana por la mañana.
Pues bien. Retomamos la sempiterna celebración de mi cumple botella en ristre y he de confesaros que antes de comer, bueno, antes incluso del aperitivo, mano a mano con Miguel Ángel, rendimos un "first shot" con un culito de The Glenrothes que mi hermana y yo habíamos regalado a mi padre. En su honor y en honor del padre de mi amigo también, nos los servimos y saboreamos paladeando el whisky mientras terminaba de hacerse el asado de jabalí en el horno y veíamos caer una tromba de agua en Torrelodones, ahumados con sendos puritos mientras esperábamos al resto de convocados.
He de deciros que para sorpresa mía, Cristina, amiga de toda la vida, me hizo un regalazo sorpresa al entregarme otro whisky, en este caso un Talisker de 10 años. 🥃
Me temblaba el pulso ante la perspectiva de sobremesa con tres whiskazos por delante: The Glenrothes Vintage Reserve; Talisker 10 años y The Balvenie 12 años Triple Cask... mucho jabalí tenía que caer para hacer base en el estómago. Jabalí asado y Pago de los Capellanes 2010 - El Nogal - Magnum para que fluyera con gusto. 🥃
Jabalí (que por supuesto cayó) y un pedazo de tarta de chocolate sin azúcar de Bye Bye Sugar... con el café. Todo listo para catar.
Y catamos, vaya si catamos.
Repetimos The Glenrothes, (en muchos sentidos) que para entonces ya lo conocía perfectamente por muchos motivos. Esta botella fue un regalo para mi padre antes de fallecer (de ahí el momento emotivo recordando a seres queridos), pero además mi historia con The Glenrothes empezó con Wejoyn, hace muchos años, en una Masterclass de whisky que nos ofrecieron precisamente en el mismo salón de Torrelodones, con la misma chimenea y con lluvia, con las empresas y "amigos de Wejoyn", con su Brand Ambassador en España, Carolina y su director comercial. Total no ha llovido desde aquél día. (Ojo, aquél día también comimos con Pago de los Capellanes, para colmo de coincidencias y recuerdos).
Por todos esos motivos "repetimos The Glenrothes", y porque ya lo habíamos catado antes del aperitivo, y porque es un fijo en nuestras catas de whisky y celebraciones. Y sin embargo sigue deleitándonos. Lo bueno sabe bien.
Turno para cambiar de registro.
Cristina me ha descubierto que no todos los ahumados me saben mal. De hecho abrí el Talisker 10 años y lo primero que hice fue olerlo. Me imponía, la verdad. No soy aficionado a los ahumados porque me saturan con su sabor, pero este prometía desde el primer instante. El ahumado se desvanecía en la pituitaria... buena señal.
Sabroso. Intenso. Muy potente. Con truco porque tiene un retrogusto que amaga un puñetazo pero se queda en eso, amago. Cosa que agradecí porque hizo que descubriera un nuevo mundo de sabores y matices vía Talisker.
Un trago de agua bien fría y todos nos miramos a la hora de abrir al invitado de honor.
El The Balvenie nos cautivó en tres asaltos.
Primero nos cautivó su aroma.
Embriagador pero suave. Afrutado. Es oloroso sin resultar empalagoso.
Después probamos un sorbo sin agua, pequeño, solo para tener con qué compararlo una vez pasado por agua fría.
El impacto fue severo. Más fuerte de lo que el aroma prometía, nos hizo bajar la guardia por su olor y nos golpeó por su primer sabor. Delicioso, profundo y afrutado por su paso por los taninos de una de sus tres barricas en los que se ha hecho este whisky. Porque ahí radica su gracia, en su triple paso por barrica.
Y cuando subimos la guardia y nos relamemos pensando qué nos esperará, volvemos a la carga después de haber bebido, de nuevo, agua fresca para no condicionar la experiencia.
Rebajamos el whisky con un chorrito de agua fría y caímos rendidos a The Balvenie. 🥃
Suavidad.
No sé si esa podría ser la palabra. ¿Suavidad? Era sensible, sencillo, suave, sugerente, lleno de personalidad pero al mismo tiempo delicado y sabroso. Combinaba un maravilloso equilibrio entre pureza de sabor y delicadeza. Cuando esperábamos que entrara a matar se nos entregó y, entregado, nos derrotó.
No sabíamos cómo volverlo a calificar, simplemente apurábamos la copa, volvíamos a enjuagarnos con agua fría y volvíamos a servirnos un culito de la copa para no permitir que la experiencia terminara antes de tiempo.
Una delicia.
Fue entonces cuando rematamos la experiencia agudizando nuestras papilas gustativas. Sacamos una tableta de chocolate Valor y fuimos intercalando agua con chocolate y tragos de whisky. La composición del chocolate tiene doble efecto sobre el whisky: por un lado ayuda a sobrellevarlo y por otro lado agudiza su sabor al estimular las papilas.
Un almuerzo maravilloso con unas viandas inmejorables, un vino y unos "güisquis" de campeonato y amigos y familiares, lo mejor de lo mejor en la mejor compañía. Menuda manera de recelebrar mi cumple y festejarlo con mis seres queridos.