Pasó el 8M y pasó lo que tenía que pasar... el Coronavirus se puso morado.
Las distintas facciones del gobierno dejaron de acuchillarse. Socialistas y comunistas sólo se unen para engañar a la opinión pública. Había que mantener la mentira para poder celebrar la manifestación feminista.
Les importa un bledo que se contagien los manifestantes. Y les importa otro bledo que propaguen el Coronavirus por Madrid. Había que hacerse una foto demostrando que son un Gobierno feminista. Y al virus que le den por saco. A los ciudadanos, también.
Hablo de Podemos y del PSOE, pero no son los únicos. La clase política ha demostrado, sin excepción, su egoísmo mediático. VOX no quiso prescindir de su minuto de gloria en la tele y mantuvo su miting político. El PP y Ciudadanos mendigaban su sitio entre la turba que salpicaba Covid-19 cada vez que gritaban.
A las 18:45, más o menos, del día 9 de marzo yo estaba haciendo la compra. Nunca me olvidaré. Estaba comprando carne en la carnicería de Ahorramás de Las Tablas y escuché la conversación telefónica de una señora que tenía a mi izquierda. No es que yo cotilleara, que de hecho estaba escuchando un podcast de Antena Historia. Pero se la escuchaba de sobra. Era una profesora del instituto de Las Tablas. Yo escuché atónito frases sueltas que hilvanadas entre ellas me ofrecía una idea de lo que pasaba... -¿Es oficial?- preguntaba -¿Cierran el Instituto el miércoles? ¿Y los alumnos? (...) Los profesores iremos, pero la Comunidad de Madrid suspende las clases por dos o tres semanas, los niños a casa por el Coronavirus-. Y me recorrió un escalofrío por la espalda.
Recuerdo que estaba comprando unos filetes y cuando el carnicero me los mostró le pedí, por instinto, que me picara la carne. Os prometo que lo primero que pensé fue -unos filetes me sirven para una comida, pero si hago una boloñesa tendré comida para varios días-. Ahí salió a relucir el Boy Scout que llevo dentro. Aproveché y compré carne para un cocido madrileño también. Si me tengo que quedar en cuarentena tendré varios guisos y que me quiten lo bailado.
Lo que viví a continuación fue de película de zombies. Recuerdo que me sentía incómodo y la tristeza me embargaba. Se empezó a ver a gente llenando carritos a lo bruto. No sabría explicarlo mejor. Una chica a punto de la histeria diciendo -me voy a quedar sin comida-. La situación cambió en cuestión de minutos y la tensión fue in crescendo. Nunca esperé tener que ver a la gente precipitándose contra los mostradores para arrasar con todo.
Les importa un bledo que se contagien los manifestantes. Y les importa otro bledo que propaguen el Coronavirus por Madrid. Había que hacerse una foto demostrando que son un Gobierno feminista. Y al virus que le den por saco. A los ciudadanos, también.
Hablo de Podemos y del PSOE, pero no son los únicos. La clase política ha demostrado, sin excepción, su egoísmo mediático. VOX no quiso prescindir de su minuto de gloria en la tele y mantuvo su miting político. El PP y Ciudadanos mendigaban su sitio entre la turba que salpicaba Covid-19 cada vez que gritaban.
Echenique se lució al decir "(...) el coronavirus está absolutamente controlado en España". Muestra de que estamos en manos de ignorantes arrogantes.
A las 18:45, más o menos, del día 9 de marzo yo estaba haciendo la compra. Nunca me olvidaré. Estaba comprando carne en la carnicería de Ahorramás de Las Tablas y escuché la conversación telefónica de una señora que tenía a mi izquierda. No es que yo cotilleara, que de hecho estaba escuchando un podcast de Antena Historia. Pero se la escuchaba de sobra. Era una profesora del instituto de Las Tablas. Yo escuché atónito frases sueltas que hilvanadas entre ellas me ofrecía una idea de lo que pasaba... -¿Es oficial?- preguntaba -¿Cierran el Instituto el miércoles? ¿Y los alumnos? (...) Los profesores iremos, pero la Comunidad de Madrid suspende las clases por dos o tres semanas, los niños a casa por el Coronavirus-. Y me recorrió un escalofrío por la espalda.
Recuerdo que estaba comprando unos filetes y cuando el carnicero me los mostró le pedí, por instinto, que me picara la carne. Os prometo que lo primero que pensé fue -unos filetes me sirven para una comida, pero si hago una boloñesa tendré comida para varios días-. Ahí salió a relucir el Boy Scout que llevo dentro. Aproveché y compré carne para un cocido madrileño también. Si me tengo que quedar en cuarentena tendré varios guisos y que me quiten lo bailado.
Lo que viví a continuación fue de película de zombies. Recuerdo que me sentía incómodo y la tristeza me embargaba. Se empezó a ver a gente llenando carritos a lo bruto. No sabría explicarlo mejor. Una chica a punto de la histeria diciendo -me voy a quedar sin comida-. La situación cambió en cuestión de minutos y la tensión fue in crescendo. Nunca esperé tener que ver a la gente precipitándose contra los mostradores para arrasar con todo.
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