Empiezo este artículo dando las gracias al Canal Historia por haberme invitado a la presentación de la serie/documental La primera vuelta al mundo con motivo de la conmemoración del V centeneraio.
Se trata de la misión española capitaneada por el portugués Magallanes para buscar el camino, si lo había, que permitiera a España llegar a la especiería sin tener que atravesar las aguas portuguesas.
Agradezco pues su invitación y la misma presentación. Allí tuvimos ocasión de saborear un pequeño mordisquito de La primera vuelta al mundo y apunta muy buenas maneras. Tantas que te deja con ganas de más.
Eso en cuanto al contenido, que el continente no se quedó atrás: ni más ni menos que la Biblioteca Nacional, en el Paseo del Prado de Madrid. Una maravilla. Maravilla con secretos guardados como éste códice, con un grabado del ilustre luso, que tuvieron a bien exponer para mejor honrar la ocasión, el trabajo de AMC España y el Canal Historia y la gesta de sus protagonistas.
España tiene una gran Historia.
Huelga decirlo, pero nunca está de más recordarlo.
Ya lo he dicho mil veces.
En este caso debemos dar gracias a los hermanos portugueses, cuyo monarca, Manuel I, rechazó la oferta de Magallanes para buscar una ruta que permitiera acceder a la especiería por occidente.
Magallanes estaba convencido de poder rodear el Nuevo Mundo para llegar a las Molucas, o islas de las especias, en Malasia.
Si a esta visión del monarca luso le sumamos la de uno de sus predecesores, Juan II, el rey que negó la financiación a Cristóbal Colón nos damos cuenta de la audacia de los monarcas españoles, (o castellanos, que por entonces significaba lo mismo). Primero los Reyes Católicos y después el emperador Carlos I supieron entrever lo que no vieron ni Juan II ni Manuel I con Magallanes. Verlo y apostar por ello, claro está.
En el caso de Colón zarparon tres barcos: la Niña, la Pinta y la capitana Santa María. Magallanes fletó una flotilla de cinco barcos: La capitana Trinidad, el San Antonio, la Concepción, la Victoria y el Santiago.
La nao Victoria costó 300.000 maravedíes y tenía una capacidad de 85 toneles vizcaínos, que equivalen a 102 toneladas y una tripulación de 45 hombres. Aero e hidrodinámica con dos castillos que servían para equillibrar y dotar de mejor flotabilidad y estabilidad a la nao. La nao capitana era la Trinidad, con 55 hombres y 110 toneles. La de mayor tamaño era San Antonio, con espacio para 60 hombres y 120 toneles, y después La Concepción, con 45 hombres y 90 toneles y Santiago con 32 tripulantes y 75 toneles.
Estos toneles eran capitales porque servían para transportar agua o víveres e incluso la especiería, en caso de dar con ella.
En la EXPO'92 se hizo una réplica de la Nao Victoria, en Isla Cristina, Huelva. Existen otras dos réplicas a escala real, una en Chile y la otra en Argentina.
Aquí apuntaré un detalle sobre la importancia de la nao en cuanto al continente y a su contenido: esta nave renacentista era una auténtica cáscara de nuez capaz de flotar en tanto en cuanto la bodega entera permaneciera por debajo del nivel del agua.
Para ello tenían previsto cada cm cuadrado y sabían dónde iría colocado hasta el último tonel de agua o de mercancía. En marinería esta meticulosidad por el orden y tener todo colocado recibe el nombre de "estibar". Cada cosa tiene su sitio y nada se descuida, así se pueden anticipar las medidas correctas, el esfuerzo que acarreará su transporte y su peso. Permite también tenerlo todo bien localizado porque nunca sabes qué vas a necesitar ni en qué circunstancias. Imaginad una tormenta de nieve en medio de la mar enfurecida y la necesidad de un hacha para cortar un cabo que lastra a la nave... Olas de 5 metros y tiempo justo para salvar barco y tripulación. O vas directo al hacha o estás listo para papeles.
Ya os he comentado un aspecto crucial para tanto orden a bordo: saber dónde están las cosas. Pero hay otros por un lado para evitar accidentes propios de elementos sueltos en una mar brava y por otro lado para aprovechar todo el espacio disponible.
Un inciso... el único camarote disponible era el del capitán. Toda la tripulación dormía y hacía vida en la cubierta. Sin importar los rigores del clima.
Pero claro, esto implicaba que si menguaba el agua potable, o los alimentos, los toneles tenían que volverse a rellenar con lastre de arena, piedras o agua marina para mantener siempre el mismo peso. Este detalle se les pasó por alto a los fabricantes de la réplica lo cual provocó que volcara en la primera botadura en 1992.
Un dato curioso es la dieta a bordo de la Nao Victoria (y demás naos)
Dieta mediterránea para marinería y la tropa: tocino, cecina o bacalao (hasta aquí llegaron los romanos y su salazón), queso arroz, habas y garbanzos, aceite de oliva, vinagre, fruta (fresca y seca), huevos, azúcar, agua y vino. Cuando disponían de ello, claro, porque terminaron comiéndose las ratas, y en su ausencia hirvieron tacos de madera para roerla y tiras del cuero de buey con el que protegían los mástiles. Eso y algún que otro pingüino despistado, como comentó el productor de la serie/documental del Canal Historia.
Para que os hagáis una idea, al principio tenían también galletas o bizcocho de los que no dejaban que se despistara ni una miga. Recogían sus propias migas para hacer un "guizado" en el caldero mezclando esas migas que llamaban "mazmorra" con agua, ajo y aceite de oliva. Esto hacía que conservaran y aprovecharan los hidratos de carbono, las vitaminas y minerales para poderse mantener en pie en las largas travesías. Estos bizcochos, y los guizados no estaban exentos de pudrirse y llenarse de gusanos. Pero incluso ésto se aprovechaba porque se volvía a triturar y se hacía una sopa con agua para aprovechar la proteína del bicho. Lo más desagradable, registra Pigafetta, es el sabor inmundo de las galletas bañadas en el pis de las ratas.
Retomo el tema para no irme por las ramas.
- Descubrir América, bien reflejado en la película 1492: La conquista del paraíso y
- Circunnavegar la Tierra por primera vez, gracias a Juan Sebastián Elcano.
Dos epopeyas españolas tan solo igualadas por Neil Armstrong, cinco siglos después, cuando los estadounidenses derrotaron a los soviéticos en la carrera espacial y se convirtiéndose en El primer hombre en pisar la luna.
Sin embargo, el monarca luso se encargó de poner todas las zancadillas posibles a la flotilla española. Dio la orden de hundirla y de no dar reposo ni cuartel a los españoles por si a caso su compatriota, ahora al frente de la flotilla española, tuviera razón. Allí donde un barco portugués diera con uno español tendría la misión de darle caza y hundirlo.
Navegaron y atravesaron el Atlántico, con tormentas y calmas chicha. En las tormentas descubrirían el Fuego de San Telmo como os expliqué en Moby Dick y la ciencia y la adoración divina irían de la mano para guiar a unos marineros que con cada milla que avanzaban se adentraban en lo desconocido.
Alcanzaron las costas sudamericanas 4 meses después de zarpar y ponen rumbo al sur en busca del paso.
Una búsqueda tediosa y desesperante con algunos equívocos que les hicieron albergar falsas esperanzas y que se tambaleara su moral.
El ejemplo más claro es cuando Magallanes creyó haber alcanzado el paso y resultó estar navegando y adentrándose en el estuario del Río de la Plata. El viaje hasta el sur de América se prolongó por más de tres meses mellando la moral de todas las tripulaciones. Cada estuario, bahía... tenían que ir probando todos cuantos encontraban a su paso para ver si era el camino correcto y cada vez que se equivocaban tenían que dar media vuelta, poner rumbo a levante y retomar la ruta donde se desviaron.
Hubo momentos de gran tensión y desazón. En la Bahía de San Julián el hielo y la nieve hicieron estragos entre los tripulantes que, a excepción del capitán de cada nave, dormían en cubierta. Si a esto le sumamos que se estaban quedando si alimentos y sin agua potable os podréis imaginar el panorama y la angustia de Magallanes.
No faltó el momento de amotinamiento e intento de derrocar al líder de la empresa. Tampoco le tembló el pulso a la hora de atajarlo deshaciéndose de los cabecillas. Sangre, aceros... y castigos.
Aquí abro un pequeño paréntesis para comentar algo al respecto de la disciplina en la mar.
Los castigos leves se castigaban poniendo al reo en el cepo o siendo enviando el culpable al carajo.
De aquí viene la expresión "irse al carajo".
El carajo es la cofa, la superficie plana que hay en el palo mayor que sirve como punto de observación.
Los marineros se turnaban para vigilar y otear tierra en el horizonte por guardias de 1 hora. El castigado enviado al carajo permanecía 3 horas. Es un buen castigo si tenemos en cuenta que es el rincón más desprotegido de la nave; del sol, del viento...
Los delitos graves terminaban en latigazos.
Los delitos capitales como traición, insubordinación o asesinato se castigaban haciendo pasar por la quilla al reo. Esto solía terminar en muerte o gravemente herido. Consistía en atar al reo, lanzarlo al mar por una de las bordas y tirar del cabo desde la otra borda para que pasara rozándose con la quilla del barco. Si tenemos en cuenta la profundidad de ésta, dadas las características de la nao, pues nos hacemos una idea de la gravedad del castigo. La piel se arrancaba a tiras por la broma (moluscos pegados en el casco) y las astillas de la madera.
Volvamos a Magallanes.
Recobrada la autoridad, que no la autoritas, Magallanes buscó un sitio en tierra firme para pasar el invierno. Allí perdieron el Santiago, arrojado por el mar contra las rocas en una tormenta. La tripulación superviviente se repartió entre los otros cuatro barcos y medio año después volvieron a zarpar rumbo al sur rodeando la Patagonia perdidos en un sinfín de islas y bahías. Entonces perdieron un segundo barco, el San Antonio, con casi todas las provisiones para los cuatro barcos, que viró y puso pies en polvorosa de regreso a España.
Un mes después desaparecieron las montañas y los bosques del horizonte y se abrió ante ellos un mar inmenso... Este paso, que se llamaría Estrecho de Magallanes, sería el único punto de unión entre el Atlántico y el Pacífico durante 400 años más, hasta que se construyó el Canal de Panamá. Y era propiedad española.
Pero éste no era el fin de la epopeya. Acababa de empezar porque, recordad, la misión era superar Sudamérica, encontrar el paso, llegar al Pacífico, costear en las indias y volver a España terminando de dar la vuelta al mundo. Tan solo Ptolomeo había predicho que la tierra fuera una esfera y, precisamente, Magallanes se guió por un mapa suyo, cosa que le costó un grave error al poner rumbo a poniente. Un error (lógico) de cálculo de Ptolomeo, que no había contado con la extensión del Pacífico, hizo que Magallanes se adentrara en un océano infinito.
Pigafeta fue un noble renacentista y veneciano, miembro de la Orden de San Juan que se alistó para guardar registro de todo cuanto viera: aves, peces, y del comportamiento de los indígenas, destacando, sobre todo, su gusto por la carne humana y los sacrificios. Y cuando digo "gusto por la carne humana" me refiero a que disfrutaban comiéndose a los enemigos muertos o capturados. Se daban festines con su carne. Práctica ésta, la antropofagia, erradicada por los españoles con su llegada e implantación del cristianismo en todos aquellos territorios. También erradicaron los sacrificios humanos, como expliqué en Apocalypto y en El tercer conquistador - Gonzalo Jiménez de Quesada y la conquista del Nuevo Reyno de Granada, "los españoles cambiaron calaveras por carabelas".
La labor (autoimpuesta) de Pigafetta sería la del cronista, o para ser fieles a la etimología, de "coronista", pues, como decía, se encargó de detallar y registrar todo cuanto acaecía. Ésta figura, la del coronista la expliqué en mi comentario de la película Oro en el fancine. Pero insisto, no iba con tal misión, fue por iniciativa propia que empezó a tomar notas y al final nos regaló una obra maravillosa que podréis leer en el libro homónimo La primera vuelta al mundo que veis en la imagen de arriba.
Cuando todos daban por imposible la misión, alcanzaron tierra en las Islas Filipinas. Y las Islas Filipinas se convirtieron en la punta de lanza española en el lejano oriente. Una labor ardua basada en la fé, el cristianismo, y en la fuerza de sus cañones. Además, Magallanes tomó partido por un jefe local, en contra de sus enemigos. Lo hizo para reforzar su alianza y para someter al enemigo a favor de sus amigos. Superado en número y herido en la pierna izquierda por una lanza certera, Magallanes sucumbió y los nativos lo destrozaron a machetazos y lanzazos.
Aquí terminó el viaje de Magallanes, a medio camino de su objetivo. El portugués puso los mimbres para la primera vuelta al mundo pero nunca la completó él mismo y sí el marinero español Juan Sebastián Elcano.
Filipinas sería española hasta 1898, cuando el imperio español viera su ocaso tras más de cuatro siglos imponiendo su política en todo el mundo. El último reducto español protagonizaría una gesta inigualable a cargo de los Héroes de Baler. Reconocidos como Los últimos de Filipinas. Si lo normal es que aproveche para recomendaros ver una película relacionada con el tema no lo haré en el caso de 1898: Los últimos de Filipinas. Lo que españoles, filipinos, estadounidenses e historiadores en general destacan como una gesta impar, en nuestra película, porque es de cine español, se ceban con los soldados españoles proyectando sus propios vicios (del equipo de la peli) sobre los personajes (los héroes de Baler): porreros, cobardes y traidores creyendo el ladrón que todos son de su condición.
Hecha ésta observación y volviendo al primer contacto hispano filipino, Magallanes cae y surge Elcano.
El portugués Magallanes mantuvo su autoridad a golpe de látigo y mano dura. El español Elcano se metió a la tropa en el bolsillo a golpe de audacia y saber hacer.
Los líderes afloran en momentos de necesidad. Y Elcano fue un líder carismático, valiente y audaz.
Reunió a los supervivientes y puso las naves rumbo a las Molucas.
Llegaron a las Molucas 2 barcos, la Victoria y el Trinidad.
Elcano mantuvo el rumbo al este de la Victoria para terminar de dar la vuelta al mundo con la bodega cargada de especias al frente de 60 hombres. La Trinidad viró y zarpó rumbo a España por el este, deshaciendo el camino. Deshaciendo y desapareciendo a manos de la armada portuguesa. Hombres encadenados, carga robada y barco hundido... Manuel I de Portugal no tuvo ni la visión ni el valor para atreverse a mandar una flota que diera la vuelta al mundo, si es que se podía. Pero sí persiguió a los españoles para redimir su mala conciencia como estadista y como líder intentando borrar la historia que España estaba escribiendo a golpe de descubrimientos con la sangre de sus hombres valientes y temerarios.
La diferencia entre Manuel I de Portugal y Carlos I de España es que el segundo terminó de alzar un Imperio que perduraría desde 1492 (con los Reyes Católicos) hasta 1898 y el portugués... del portugués nadie volvió a hablar.
Hablamos de tiempos en los que España ya había implementado una infantería que se ganaría fama de aguerrida e invencible. Los tiempos de El oficio de las armas porque Carlos I estaba luchando en muchos frentes. Los mismos tercios que leeremos en El capitán Alatriste y veremos en Alatriste.
Esa es la diferencia entre un líder por obligación y otro líder por vocación.
Sólo queda un barco, de los cinco que zarparon. Y tenía por delante unos 12.500 millas náuticas (más de 23000 kilómetros) surcando mares desconocidos y sorteando a la flota portuguesa. Dobló el Cabo de Buena Esperanza y Cabo Verde, en donde se vio forzado a entrar en puerto tras cinco meses sin pisar tierra firme.
Cinco meses en los que los españoles fueron cayendo por inanición, escorbuto y por los rigores climáticos.
La falta de vitamina C hizo mella en la tripulación y la menguó.
Pigafetta y Elcano consumieron dulce de membrillo, que formaba parte de la dieta "de las autoridades", por decirlo de algún modo. Desconocían el aporte de la vitamina C, pero eso fue lo que los salvó. Y habrían salvado a todos los que cayeron de haberlo sabido pues iban sentados sobre un cargamento de clavo con abundante vitamina C.
Cuero, madera y despojos de ratas fue su alimento en esta parte de la travesía. Comprenderéis su escala en Cabo Verde, haciéndose pasar por un navío español proveniente de las Américas y dando a entender que habían perdido el rumbo y necesitaban auxilio. La codicia de un marinero portugués a bordo de la Victoria hizo que intentara beneficiarse robando un puñado de clavo para vendérselo a sus compatriotas, pues Cabo Verde era una colonia lusa. Así desenmascararon a Elcano y a los suyos que levaron anclas y zarparon en un santiamén para huir de los portugueses. No podían arriesgar la preciada carga que portaban, la nave que los podía devolver a España ni sus propias vidas.
Con las especias que trajo Elcano demostró la veracidad de su historia. Abrió una nueva ruta hacia la especiería y, convirtiéndoes en el primero en dar la vuelta al mundo demostró su redondez.
A lo largo del artículo habréis visto unos tubos con especias. Son un detalle que el Canal Historia tuvo a bien regalarnos para recordarnos el verdadero objetivo de tamaña empresa: entrar en el mercado de la especiería sin tener que atravesar aguas portuguesas (después del Tratado de Tordesillas).
España, y con España el resto de Europa (excepto Portugal) se había quedado sin las especias asiáticas porque el turco cortó la Ruta de las especias. Digo que Portugal era la única excepción porque ellos costearon África, dentro de sus posesiones y alcanzaron la ruta del sur para meterse en el negocio de las especias.
Por aquel entonces la portuguesa era la única marina capaz de competir con la española. De hecho, éstas nao son de origen portugués. Muy útiles en el Mediterráneo pero pronto fueron sustitudas por el galeón español. Un buque más y mejor dotado para atravesar mares y oceanos con carga, veloz y armados hasta los dientes.
La importancia de Juan Sebastián Elcano es tal que el buque escuela de la Armada Española recibe su nombre y es aclamado en todos los puertos del planeta cada vez que amarra para lucir el pabellón español dando la vuelta al mundo.
Estoy deseando ver esta seria/documental con el sello del Canal Historia. Con el sello y con mucho valor. No obstante han usado un formato curioso pero familiar para los lectores de el fancine porque reconocerán el modo narrativo empleado por Ermanno Olmi en El oficio de las armas, de 2001.
Casualmente en esta película veremos a los principales protagonistas del Saco di Roma parando la acción para ser entrevistados por el director de la película. Algo semejante a lo expuesto en la presentación del documental La primera vuelta al mundo. Descubrí ésta película cuando fui a defender mi tesis sobre el papel de los Italianos en la Guerra Civil española en el Congreso Internacional Narrare la Storia en Mantua. Defendida en italiano, que conste.
De hecho veremos y no pocas veces, el emblema de Carlos I de España y V de Alemania en su atravesar la frontera alpina y su avance hasta la capital de Roma, al más puro estilo Julio César tras cruzar el Rubicón.
Ya sólo quedaba una nave. Y las fuerzas, Dios sabe de dónde las sacarían. Hasta entonces sólo Jasón y los argonautas habían hecho un viaje semejante, buscando el Vellocino de oro en los confines del mundo conocido. Y su mundo conocido era el Mediterráneo y su forma de navegar el cabotaje, como explico en el comentario de la peli.
Cristóbal Colón osó poner rumbo a lo desconocido y descubrió un nuevo continente.
Magallanes quiso demostrar la esfericidad de la Tierra y a punto estuvo de lograrlo. Elcano tomó el testigo y logró, contra todo pronóstico, demostrar que la Tierra es redonda (pese a quien pese en nuestro días en los que afloran terraplanistas de debajo de las piedras...) y que se podía llegar a Las Molucas sorteando las aguas portuguesas y evitando al turco.
Solo volvieron 18 hombres a bordo de la Nao Victoria.
Se daba la circunstancia que uno de esos marineros era además barbero. Y me diréis, ¿qué más da? Mucho, da mucho. Porque tenéis que saber que el barbero de aquellos días lo mismo rasuraba el cabello que arreglaba la barba que te hacía una sangría para curar los malos humores fruto de infecciones o gangrenas... Ese era el barbero, y me juego el pescuezo a que practicó más de una sangría... Que salvara al paciente ya es harina de otro costal.
La importancia, capital, de ésta aventura, de sus protagonistas y del medio que la hizo posible hace que Juan Sebastián Elcano dé nombre al buque escuela de la Armada española.
Tras la aventura del español nadie volvería a dar la vuelta al mundo hasta 60 años después, cuando un tal Francis Drake, corsario y traficante de esclavos siguió la estela del navío español y posicionó a Inglaterra a rebufo de España.
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